jueves, 29 de marzo de 2012

Rebautizan estaciones

Con una sobredosis de inmortalidad de oro, como si se presenciase el nacimiento de Apolo en la movediza isla de Délos, solidificación de luz y ondas marinas doradas, los ingleses bañaron las estaciones del Metro, el underground o sencillamente The Tube, como se conoce a las profundas galerías londinenses, laberinto de arquitectura y orden fórmico, en las que circulan diariamente sin que nadie se pierda millones


y millones de personas, con los nombres de los más conspicuos campeones olímpicos.

El comité organizador de los Juegos Olímpicos seleccionó los hilos de oro con el esfuerzo mus cular e inteligencia de algunos de los más notables atletas y tejió y bautizó las estaciones del metro y de ferrocarriles con la eufonía legendaria de Jesse Owens, Johnny WeissmüUer, Lasse Viren, Nadia Comaneci, Laszlo Papp, Phelps, Spitz, SchoUander, Keino...

Nombres ilustres que evocan hazañas, acciones sublimes, inmarcesibles , penetrarán en la atmósfera de Londres en el espíritu

isleño a 120 días de la inauguración de la gran fiesta deportiva planetaria.

Un acierto tan alegre y festivo como el canto de un corno o la polifonía pianística al vigesimocuarto choque de tarros en un Pub.

Londres es Shakespeare, es el Globo Rojo, es Newton, es Trafalgar Square, es el almirante Nelson y WeUington a lomos del resistente Copenhagen en Waterloo, es el Támesis con sus historias de vida y muerte, Abbey Roady los Beatles...

Por unos días, simbólicamente, desaparecerán del mapa las conocidas estaciones

de Piccadilly Circus, la famosa Baker Street donde habita, fuma, y pincha su brazo con su jeringa Sherlock Holmes, Hyde Park, London Bridge, las cosmopolitas y estratégicas Victoria y San Paneras International donde se puede abordar el Eurostar que atraviesa el Canal de la Mancha en 19 minutos, Charin Cross, St. Paul's.

Cada nombre refleja luz iridiscente: Jesse Owens con sus cuatro oros en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936; Johnny WeissmüUer el primer hombre en brillar en el sprint acuático y enlos 400 mHbres enParís 1924; Don SchoUander con sus cuatro

oros en la pileta de Tokio 1964; Mark Spitz con sus siete medallas y siete récords olímpicos y mundiales en Munich 1972.

Las leyendas de antaño se enlazan con las de hogaño como Usain Bolt o Haile Gebrselassie, rapidez y resistencia en la recta y el pavimento del maratón.

El 10 luminoso de Montreal en la viga de equilibrio Nadia Comaneci, el salto del Siglo XXI, aquel 8.90 de Bob Beamon o el salto vertical revolucionario de Dick Fosbury en México 1968. También figura el enceste de Be- lov con el que la URSS deshancó del imperio de basquetbol a los Estados Unidos.

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